viernes, 30 de diciembre de 2011

Garabatos

Garabatos en mi cuaderno. Algo escondido con demasiada rabia para usar corrector. Seguro que merecía que la hoja fuera arrancada, pero, a su vez la rabia se mezcla con la esperanza, con el recuerdo, con los restos de un ayer que hace calmar tu ira y adecentar un poco la página.
Hay un garabato, también, en el inicio de una historia, quizás poco fructifera para dar algo hermoso, quizás con un final prematuro, antes incluso del erase.
Erase..., curioso que los cuentos siempre hablen del pasado. El presente te deja pocas opciones para soñar, para inventar cuentos, aunque la verdad, es que te deja pocas opciones para creer que puedan suceder de verdad.
Ando detrás de mi prosa, la invoco para que venga a mí, para crear cuentos que merezcan ser creídos: un palacio en un reino muy lejano, una princesa hermosa a la par que inteligente, un villano que muera y algún animal que hable, los animales que hablan siempre dan sentido a la imaginación del que los inventa.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Reflexiones nocturnas

El pelo ondea con el viento. Lo miro en mi sombra nocturna que una farola proyecta en la pared. Y pienso que tal vez de tanto buscar la felicidad, esta se me perdió por el camino. Y tiro miguitas de pan para que vuelva algún día, cuando esté preparada, cuando me haya perdonado el despiste. La vida te da lo que te pertenece, todo lo bueno, todo lo malo, es tuyo por derecho propio y aquello que no te es otorgado, no lo desees, no es tuyo y es mejor no ambicionarlo.
Y el mundo sigue girando, cogio impulso hace ya muchos años, y no ha dejado de girar. Sin embargo, ya a estas alturas, se encuentra mareado y con ganas de vomitar: hay ricos egoistas, pobres honrados, ladrones sin condena y libres encarcelados... demasiado movimiento, quizás.
Y quizás el movimiento es lo que tiene q pasar, que la gente se acerque, se aleje y que no vuelvan más. Que cada día esté más loca, más enoramorada de él, que cada día la eche más de menos y de que no me guste nada mi cada día.

jueves, 14 de julio de 2011

Facciendo la prova

Mentre faccio la prova di scrivere in questa lingua in cui so parlare, ma soltanto a volte, penso a quanto tempo ho perso pensando.
Il camminare per la strada è la scusa minima per inventare, ideare, idealizzare una realtà non cosí tanto reale.
Uno sfiori lascia volare l`immaginazione, inventado un universo che non esiste, e che, in realtà non esistirà mai. A volte, la consolazione, l`autocompassione propia della stessa tristeza ti strizzaocchio dicendoti che la realtà è la propria bellezza, quella che arriva senza avvisarti e che supera tutti i sogni d`estate con cui hai passato la notte. ¡Magari fosse certo! Ma all´interno sai che non è così, che la realtà è un giocco truccato, con decine di trappole aspettando per dirti che ci ha finito e che hai perso.
Di solito, mi trovo creando una vita parallela a questa mia. Conversazioni, oggetti, parole che si dicono in un silenzio che no finisce mai, dette per una bocca non aperta. Persone che vengono quando non sappiano già camminare. Resti di un giorno non proggetatto che non soportano non essere stato apprezziati al suo tempo e che non si arrendono, non soltanto alla dimenticanza, ma anche all`ignoranza. Perchè è peggio non avere avuto il grado di essere vissuto mai, che essere dimenticato quando, alla fine, si sa che si è vissuto qualche giorno.
E così passa il tempo, tra trucchi e sogni, verità e bugie, tra quello che vogliamo e quello che abbiamo, provando a lasciare a parte una realtà ed un`altra, per non emergere, non essere diversi, per non riconoscere che a volte non differenziamo una cosa successa di un`altra che non lo è.

martes, 15 de febrero de 2011

Lloro

Pablo Neruda " Puedo escribir los versos más tristes esta noche". No recuerdo la última película que me hizo llorar, pero sí el último poema.
Lloré esta mañana al salir del trabajo, mientras iba en el coche. Lloro cuando salgo de casa y hace un poco más de frío. Las lágrimas, al principio cálidas, salen de mis ojos y recorren mi mejilla hasta que se enfrían. Me gusta dejarlas correr, aunque en realidad no tengo un por qué.
Veo series antiguas. Series que en su tiempo eran la novedad, lo que todas las niñas vemos y que nos hacen desear ser las protagonistas. Las veo y las traslado a mi vida actual. Ahora toca Felicity. Es la primera temporada, ella acaba de llegar a la universidad y empieza a descubrir un mundo totalmente diferente, nuevo. Pienso en... en una de mis amigas, la que me lee en estos momentos. Recuerdo cuando ella se marchó a Salamanca y quería dejarse el pelo largo, los rizos ya los tiene, pero su pelo se niega a crecer demasiado.
Me gusta sentir la melancolía, la nostalgia del pasado. Me gusta sentirme así, soñolienta por lo que deseaba hacer. Y transitar por los años vividos, descubriendo qué se cumplió y qué no. No me siento mal por lo que no pasó, a veces las cosas que no han pasado eran la locura de quien ve demasiadas series americanas y se creen que son reales. Transito por toda esa ilusión y reconozco lo sentimientos que tenía y los vuelo a sentir. Es curiosa la nostalgia, cómo te hace viajar alante y atrás.
Tengo cuentos infantiles aún en mi estantería, cuentos de los que me niego a deshacerme, "El Barco de Vapor". Y me niego porque yo también pienso que Toy Story 3 es el mayor drama infantil que ha dado el cine, porque mi Cindy Princesa sigue siendo la muñeca que soñaba me traerían los Reyes Magos, porque los peluches que no tienen nombre, no tienen corazón y porque a veces, dar un paso atrás nos impulsa a seguir adelante.

miércoles, 26 de enero de 2011

Y seguimos siendo niños

Y los niños, escriben en un papel que lanzan al que se sienta en el banco delante de ellos, o se lo guardan en la mochila al compañero de al lado, en secreto, con vergüenza, escriben que los quieren, preguntan si quieren ser su novio o novia, en silencio y sin que nadie lo sepa.
Y los niños, a la salida del cole, escriben en letras grandes, en la fachada de en frente a la puerta de entrada, que Roberto es tonto, Luisa tiene piojos o a Ramón le huelen los pies.
Y entonces los adultos, que se reconocen en sus propios hijos, comentan entre sí que son cosas de críos, recordando, entre sonrisas melancólicas, como le tiraban de la coleta a la niña de turno, o le daban patadas al chulito, sabiendo que eran solo acciones para dejarte ver, para hacerte notar, para sentir, aunque sea de una manera extraña y fugaz, el contacto con el otro, con el ser deseado.
¿Quién nos enseñó a esconder nuestro amor y a proclamar nuestra ira? ¿De dónde nació la idea de que amar es vergonzoso, de que las cosquillas en el estomago es un retortijón, de que ser rechazado es solo motivo de burla, de miedo? ¿Quién nos enseña a sufrir y no a querer? ¿Quién nos enseña a herir?