miércoles, 26 de enero de 2011

Y seguimos siendo niños

Y los niños, escriben en un papel que lanzan al que se sienta en el banco delante de ellos, o se lo guardan en la mochila al compañero de al lado, en secreto, con vergüenza, escriben que los quieren, preguntan si quieren ser su novio o novia, en silencio y sin que nadie lo sepa.
Y los niños, a la salida del cole, escriben en letras grandes, en la fachada de en frente a la puerta de entrada, que Roberto es tonto, Luisa tiene piojos o a Ramón le huelen los pies.
Y entonces los adultos, que se reconocen en sus propios hijos, comentan entre sí que son cosas de críos, recordando, entre sonrisas melancólicas, como le tiraban de la coleta a la niña de turno, o le daban patadas al chulito, sabiendo que eran solo acciones para dejarte ver, para hacerte notar, para sentir, aunque sea de una manera extraña y fugaz, el contacto con el otro, con el ser deseado.
¿Quién nos enseñó a esconder nuestro amor y a proclamar nuestra ira? ¿De dónde nació la idea de que amar es vergonzoso, de que las cosquillas en el estomago es un retortijón, de que ser rechazado es solo motivo de burla, de miedo? ¿Quién nos enseña a sufrir y no a querer? ¿Quién nos enseña a herir?

2 comentarios:

Luchida dijo...

Pues... yo creo que es la sociedad en sí la que nos corrompe. Es lo que los niños ven a su alrededor, ellos simplemente reproducen lo que ven no?

AhOrA Me ToCa A Mi dijo...

¿Tú ves soledad a tu alrededor? Yo solo veo soledad en mí. Veo como mis padres planean juntos cambiar la cocina, quién diría que después de 28 años juntos aún siguen teniendo planes juntos, ilusiones, un futuro que planificar. Veo como mi hermana le agarra de la mano a mi cuñado en nuestra casa, nunca de soslayo, se miran y se besan. A mí me da un poco de vergüenza, luego pienso... ¿a mí por qué? son ellos los que están sentados en el sofa de mi casa dandose piquitos delante de mis padres, acción que podría frenar a cualquiera, no los frena a ellos. Y sin embargo, para llegar a donde ahora están, han tenido que callarse durante... quizás un par de años que ambos sentían lo mismo. ¿Merece la pena callar entonces?