domingo, 19 de abril de 2009

El triciclo rojo

Había un triciclo rojo en una parcela de campo. Había una niña pequeña, cinco años tendría como mucho, subida en él dando vueltas por la parcela, por la parte asfaltada. En mi sueño, la niña me daba la espalda, pasaba por delante de la puerta del garaje donde no había coches, solo kilos y kilos de patatas extendidas encima de cartones que desaparecían siempre que algún gorrón se asomaba por la parcela.
Desperté y lo recordé, era su triciclo rojo, el que estaba allí para ella. Fue abandonado algún día que no recuerda, en las traseras de la leñera, donde solía vivir Atila.
Los veranos dejaron de ser como solían ser en aquella parcela hace ya muchos años. Veranos subidos en un montículo de tierra y piedras (restos de la construcción de la casa) en donde los niños jugaban a que eran los Reyes Magos y repartían caramelos. Veranos en los que descubrieron un hormiguero en su monticulo y una fila de pequeñas hormigas que entraban y salían incansables.
Veranos cenando pan de pueblo y queso de cabra ante una noche que anunciaba venir con brisa.
Veranos en una piscina, con crema Nivea, ese olor que, por mucho que lo busques, solo tiene la Nievea, olor de veranos perdidos, olvidados entre sueños que cuesta interpretar.
Ya no está el triciclo rojo de metal, ni la niña que solía montarlo por el asfalto. Ya no está Atila en la leñera, ni su incansable ladrido cuando venían aquellos que lo trataron mal una noche. Ya no están las hormigas ni sus montículos, ya no están esas cenas con brisa veraniega ni siquiera aquellos que comían el pan de pueblo y el queso de cabra.
Ya solo queda un viejo borracho, solo, con sus patatas extendidas en el garaje, la piscina vacía y un montón de habitaciones, camas que nunca más serán habitadas. Una foto de caza en la pared del salón que le grita que hubo tiempos mejores, tiempos en donde había niños en sus bicis y un triciclo rojo dando vueltas por su parcela, por la misma en la que ahora solo queda él y una vida desperdiciada solo, con recuerdos que no tiene y no quiere tener, y una botella de vino de pitarra en donde callar los gritos de una vida que ya no tiene.

1 comentario:

Unknown dijo...

plas plas plaaaas
bonita historia!!
es cierto que no hay otro olor como el de la Nivea...

preparenla gooorda para el día 30 que tengo maxi super puente y un sábado sin cartas por permiso para la ostia consagrada de mi pequeño rubio!

no me enfado, ya sabe usted, solo es el caracter de las géminis del año del conejo...puuum
y explosionamos