martes, 27 de abril de 2010

A menudo, estiras la mano y crees tocar el cielo. Te agachas en un arroyo e intentas atrapar el agua, cogerla y enseñar tu triunfo. Te tiras en un parque y respiras hondo, como intentado adivinar el olor del aire. Pero no sabes que te equivocas, que nada de esto podrás conseguir, que te engañas como tantas veces haces con cosas de la vida cotidiana.
Crees que educas, que enseñas con tus vivencias y no sabes que a quien hay que enseñar es a ti. Porque un día la luz te atravesara no significa que la poseas, que la tengas guardada en un bolsillo del pantalón.
Tampoco yo soy maestra, palabra que, subestimada, se refiere a quienes poseen el saber, el poder y el arte de mostrar, de hacerte pensar, más que contar, te guía.
No repitas lo que ves, cree tu propio criterio. No plagies la realidad de los demás porque no hay comparación de vidas, no hay color.
Piensa antes de hacer, antes de escribir, antes de sentir quimeras en las nubes y no busques excusas, lo que ves es lo que hay.

1 comentario:

Unknown dijo...

el punto de partida de todo, cuando comienzas a tener la sensación de que estás viviendo, es cuando te das cuenta de que no sabes nada sobre la vida, sobre los seres humanos y sobre los sentimientos. Es cuando todo empieza a parecer (y en verdad lo es) nuevo, triste, oscuro, pero más bonito, sí carajo, también es bonito.

te echaba de menos