Hoy escribo sin tener nada que decir, solo por consejo de una amiga (más bien fue un poco cabreo por descuidada) y porque en realidad siempre confio en mis manos y en su poder de decir lo que quiero sin tener que meditarlo antes, pensarlo, sentirlo o sufrirlo, un pequeño regalo de mis padres mezclado con las musas de Serrat.
Miles de ideas rondan mi mente sin que sea capaz de darles forma. En realidad, son ideas sin sentido, dando vueltas en círculo sin tener una escapatoria, sin ver la luz, sin voz para gritar.
En la calle el cielo está nublado, pero no hace frío o yo no lo siento. He bajado con le perro para ver que me decía él. Miraba a un lado y a otro intentando protegerle de los coches, pero era yo la única que tenía miedo.
Miedo. Curioso sentimiento. Es como una pequeña agonía que aflora en determinados momentos. En mi caso es algo habitual: miedo a no terminar la carrera, miedo a no ser quién espera que sea, miedo a defraudarme, a defraudar a otros, miedo a una llamada con malas noticias, al olvido, a olvidar o que me olviden, a un destino que no me merezco o que tal vez sí pero que no quiero... A llamar o que me llamen y a que esto no tenga mucho sentido.
Cuando uno es pequeño no tiene miedo a nada. No lucha por nada y no tiene miedo a perderlo o si lucha pero no es consciente de ello. De pequeño todo es mejor y lo que queremos es crecer y crecer. Tal vez por eso lea Peter Pan siempre que puedo o que piense en él, en Peter. Pensadlo: un niño solo en una isla perdida con un capital y su espada con ganas de matarle, pero él no tenía miedo, no tenía nada que perder, o sí pero merecía la pena. Claro que él podía volar, el tenía un hada para protegerle, tenía a sus Niños Perdidos, tenía... la ignorancia propia de un niño pequeño, que vive sin saber qué es la muerte, qué es el futuro y qué es el miedo.
Qué bonita es la ignorancia.
1 comentario:
la amiga cabreada por tu dejadez se alegra de que Gordo te de buanas conversaciones. A mi me pasa al contrario, según pasan los días menos miedosa soy, los años me han hecho ser más temeraria tal vez, pensar más qué hacer y luego hacer todo lo contrario. Nada que hacer amiga, según pasan las horas más me convenzo.
Me encanta pensar sin sentido, de hecho, el punto rojo que corre no soy yo. No me gusta correr, mis pulmones de fumadora me limitan bastante, cosa que a tí no te pasa según he comprobado...no lo digo por correr precisamente....
Publicar un comentario