Sentada frente a la ventana mira pasar la vida. Oye voces de gente que no conoce y ve caras de hijos que no recuerda. Sonríe cuando la besas porque en el fondo sabe que te quiere aunque no sabe por qué.
Yo tampoco la recuerdo. Mi idea de ella es de una anciana sentada en una silla madera hablando sin dejarme oír el televisor. La echo de menos.
No tiene pasado, ya no sabe quien fue: una mujer valiente y luchadora dando la vida por aquellos que hoy se olvidan de ella. Y la llaman enferma
Hoy que el tiempo aplaca el dolor, no así las lágrimas que, incontrolables, brotan de mis ojos con su recuerdo, admiro a la mujer que hay en mí, que vive en mí, que su recuerdo no deja marchar y que me acompaña en estas noches en vela donde mi mente viaja más rápido que yo. Atrás a su recuerdo, adelante a un futuro que se me abre y no sé muy bien por qué puerta entrar y, al presente, que día a día me acompaña en mi reloj nuevo.
"Son tan bonitas las noches en las que no hay que dormir, es tan corta la distancia que me separa de ti".
A veces, la noche se vuelve de tu forma, y te veo ir y venir por la recepción, rápido, solo para mirarme y volver a desaparecer. Un ir y venir incesante, como si de una sombra te tratases. Imagino que me preguntas, que me escudriñas con tus ojos azules por si algo no marcha bien. No te preocupes, abuela, me dejaste tu fuerza y me trajiste quien tira de mí si me despisto y no la uso.
Hoy que el tiempo aplaca el dolor, no así las lágrimas que, incontrolables, brotan de mis ojos con su recuerdo, admiro a la mujer que hay en mí, que vive en mí, que su recuerdo no deja marchar y que me acompaña en estas noches en vela donde mi mente viaja más rápido que yo. Atrás a su recuerdo, adelante a un futuro que se me abre y no sé muy bien por qué puerta entrar y, al presente, que día a día me acompaña en mi reloj nuevo.
"Son tan bonitas las noches en las que no hay que dormir, es tan corta la distancia que me separa de ti".
A veces, la noche se vuelve de tu forma, y te veo ir y venir por la recepción, rápido, solo para mirarme y volver a desaparecer. Un ir y venir incesante, como si de una sombra te tratases. Imagino que me preguntas, que me escudriñas con tus ojos azules por si algo no marcha bien. No te preocupes, abuela, me dejaste tu fuerza y me trajiste quien tira de mí si me despisto y no la uso.