lunes, 5 de mayo de 2014

Y a la luz

Contigo descubrí un mundo en el que el amor no sea tan extraño de sentir, que se sienta, sin pensar, sin pros ni contras, sin pegas ni objeciones, ni excepciones. Que sea sencillo e inevitable sonreir. Que lo raro sea no sentirse amado todo el tiempo, en todas las condiciones en cualquier circunstancia y lugar.

Un mundo en el que la locura no da miedo, ni se sienta compasión por estar loco. En el que estar loco no sea querer morir sino querer vivir, querer hacer de la vida algo especial a intervalos de 5 minutos, porque con 5 minutos se puede sonreir toda la vida.

Encontré en tus pies los compañeros ideales del camino, que puede que no lleve muy lejos, ni muy cerca, puede que no tengan un destino, pero con ellos solo importa caminar para sentir el sendero bajo los pies.

Dejó de existir el tiempo y el lugar. Dejé de sentir un ente físico para poder trasladarme allá donde tú estás y que me sientas siempre. Dejé de esperar el momento en el que me dirás adiós, confiando en que ese día no llegará nunca. Dejó de importar las frustraciones, los intentos fallidos, porque tú das sentido a mis derrotas. Perdí las batallas, pero finalmente gané la guerra. Conquisté la ciudad al tiempo que tú me conquistaste a mí.

Y puede que mis musas me hayan abandonado, que mi pluma duerma escondida en un rincón del olvido del que no quiero recordar la ubicación. Nada importa. Ya no hay penas que deban ser lloradas en secreto, entredichas en versos que solo yo entiendo. Cada historia contada en clave con una nueva tristeza, o quizás la misma tristeza con diferente trazo.

Y puede que mi vida haya cambiado, que yo haya cambiado. Pero es que en la oscuridad no se aprecian bien los objetos y solo a la luz, la que tú me has traído, mi verdadera forma puede ser descubierta.