lunes, 8 de febrero de 2010

La suerte llama a la suerte.

Y esque la suerte llama a la suerte. Y a veces la fuerza de un sueño es capaz de adquirir la presencia de una vida. Y conduzco por la carretera cada vez a más velocidad, carretera que conozco y me da la seguridad de poder pisar un poco más el acelerador.
Y las mañanas nubladas, se vuelven soleadas tardes para volver a nublar el cielo de noche. Como un amago de algo que viene o no o no se sabe bien por dónde.
Y las tardes en casa siempre son la prolongación de unas manos en un teclado inventando nuevas historias que no importa que nadie encuentre en un divagar de aburridos clicks.
Y suena un golpe y miro por mi ventana, parece que no hay nadie herido, solo ha sido una ilusión acustica ¿de dónde habrá salido?
Y vuelvo al comedor y me siento en el sofá. Y me levanto y me vuelvo a sentar. Suena el teléfono, tengo ganas de hablar y lo cojo. En ocasiones, no descuelgo, número desconocido "no me interesa", mejor ni malgastarnos el tiempo.
Tiempo que pasa y que no atesoramos. No sé en qué, entre ruidos y sonidos y pensamientos que vuelan y aterrizan y que no sabemos donde se van a esconder cuando luego los olvidamos, el tiempo corre.
Tal vez se apile en la suerte que usamos para llamar a la suerte y que se cumpla todo aquello que pedimos a los pies de una estatua que siempre me da esperanzas en épocas que hay falta.