jueves, 20 de septiembre de 2007

Te recuerdo.

Hoy he cerrado los ojos y la he recordado. Llevaba el pelo recién peinado de peluquería y una mandil, su eterno mandil. Salia de la cocina para saludarnos, sonreía con dulzura y nos besaba con amor, con el amor que solo ella sabía que sentía por nosotros y que ahora ya no recuerda.
Siempre ha sido una mujer coqueta, a pesar de sus limitaciones, sacaba fuerzas de flaqueza, ¿flaquezas?, dudo mucho que ella conociera esa palabra. Me gusta pensar que fue feliz, que, aunque la vida no le hubiera dado la mano, ella se agarro a su manga y siguió firme sus pasos a un destino que no se merecía.
Muchos le han dado de lado incluso antes de que ella tuviera la suerte de olvidar que existieron y en su tumba echarán sus alas a volar para buitrear ante un animal que no tiene apenas carne que comer.
Yo la recuerdo, a veces, en los ojos de mi madre cuando lucha por algo que ella sabe no tiene solución, la veo en mi hermana cuando se agarra a la vida, huyendo de un destino que no quiere tener.
Sentada en una silla de plástico blanco en el salón de mi casa, de su casa, su voz se alza enmudeciendo a las balas de una pistola en la televisón. Ojala volviera a sentarse allí y a hacer que todos callásemos ante sus palabras. Ojala también la vean a ella a través de mi. Ojala estuviera aquí.

martes, 11 de septiembre de 2007

Pienso en aquel sitio.

Hoy cierro los ojos y me imagino de vuelta allí. Es cierto lo que dicen:" aquí la playa es lo más importante, es donde más se piensa en ella". Imagino que camino por el paseo marítimo, solitario por el frío, que me animo y me lanzo a la arena con los pies descalzos. El aire me da en las mejillas y bajo la cara, pensativa por un lado por obligación por otra. No suele haber nadie a mi alrededor y la tarde empieza a nublarse. Veo como el mar enfurece y las olas se abalanzan a la orilla para salir de su furia, pero siempre vuelven adentro, en el fondo tienen miedo de estar en tierra.
A menudo se sueña con aquello que no se tiene, es una fea costumbre. Yo solía soñar con París, mas bien era mi pequeña obsesión, pero el mar y yo no somos tan distintos: él se aleja de la costa y yo me quedo en casa. Como si de una prisión se tratara las calles se van haciendo mas y mas largas, andas y andas pero el final nunca llega. Cada carretera tiene mas curvas que te hacen retroceder o pararte a vomitar, es un complot contra aquel que desea alejarse de su tierra, son las raíces solidas que se agarran con fuerza, los cimientos de una casa que no se demuele con la lluvia feroz.
Mientras yo cerrare los ojos en días de lluvia y soñare con la playa, con París con salir de mí misma, de mi propia cárcel, de mi propio torreón.